Delft, Holanda, 1665. La joven Griet entra a servir en casa de Johannes Vermeer que, consciente de la intuición de la joven para la luz y el color, irá introduciéndola poco a poco en el misterioso mundo de su pintura. Por otro lado, Maria Thins, la suegra de Vermeer, al ver que Griet se ha convertido en la musa del pintor, decide no inmiscuirse en su relación con la esperanza de que su yerno pinte más cuadros. Griet se enamora cada vez más de Vermeer, aunque no está segura de cuáles son los sentimientos del pintor hacia ella. Finalmente, el maquiavélico Van Ruijven, consciente del grado de intimidad de la pareja, se las ingenia para que Vermeer reciba el encargo de pintar a Griet sola. El resultado será una magnífica obra de arte, pero, ¿qué precio deberá pagar Griet?
Una película que destaca especialmente por las actuaciones y la densa atmósfera cuidadosamente construida. La tensión entre los personajes se puede sentir desde el lienzo en cada momento, y la frialdad que reina en la casa del pintor parece reinar frente a la pantalla. Pero no tiene absolutamente nada que ofrecer en términos de contenido. Una historia bellamente filmada de la creación de una de las imágenes más famosas de todos los tiempos, pero que lamentablemente no significa mucho para mí.
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