En un bar llamado The Place, un hombre sentado siempre en la misma mesa ve entrar y salir a diez personajes, todos los días a todas horas, que vienen a hablar con él. Éste les da indicaciones sobre cómo satisfacer los propios deseos; de hecho, estipula con ellos un auténtico contrato. Ser más hermosa, pasar una noche con una estrella del porno, salvar al hijo, recuperar la vista y encontrar a Dios son solo algunos de los deseos que los varios personajes exponen al hombre del bar. “Puede hacerse”, responde él, mientras escribe de manera convulsa en su enorme agenda, llena de apuntes en todas sus páginas. Pero hay que pagar un precio, casi siempre altísimo: robar una buena suma de dinero, poner una bomba en un local, violar a una mujer… Si se lleva a cabo el deber asignado, el éxito está garantizado. Cada uno de ellos decidirá si acepta o rechaza el acuerdo.
El tema es absolutamente fantástico. Lo que es original e impresionante sobre todo es que el director logró mantener la atención del espectador durante más de una hora y media en un restaurante común y corriente de la esquina con el personaje principal. Por la idea del guión y sus perfectos diálogos, es una de las películas más interesantes de los últimos años.
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