En las montañas de Boavita, un pueblo campesino, conservador y católico, vive la señorita María Luisa. Tiene 44 años y aunque nació siendo niño, se viste y se siente como una mujer. Solitaria y negada desde pequeña, María Luisa ha encontrado dentro de sí misma y en los pequeños gestos de solidaridad de su entorno, una fuerza inquebrantable. La fe en la virgen María y el amor por los animales, son otros de los asideros que este personaje entrañable encuentra para soportar un mundo que se ha empeñado en maltratarla. El director Rubén Mendoza, sin moverse de las convenciones del cine documental y con una distancia justa, que no está exenta de ternura pero jamás es invasiva, logra un retrato perturbador y de intensa humanidad que nos obliga a ser testigos de lo siniestro y de lo hermoso, de la natural y de lo cultural, de lo que es único y no puede ser negado y de la fuerza de lo colectivo. En un ir y venir entre convención (de la estructura) y transgresión (de los personajes y su mundo), Señorita María: la falda de la montaña nos entrega su tremenda fuerza estética y moral.
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