La ciudad de Gótica está amenazada por un hombre que intenta vengarse de la Humanidad; su rostro está desfigurado por el ácido y se hace llamar Dos Caras. Por otra parte, un psicópata con intención de dominar el mundo ha inventado un estrafalario aparato que permite absorber las ondas cerebrales de los seres humanos. Ambos se unirán para lograr sus propósitos.
La comunidad aquí probablemente me apedreará, pero esta película de Batman siempre me recordó mucho a la primera entrega de Tim Burton. Y la verdad es que no hay tanta diferencia cualitativa entre ellos. Batman se enfrenta a su separación, pero esta vez se trata de una rubia (por una vez inteligente) y dos adversarios saltones y, a veces, exagerados. Sus locas creaciones iban de la mano con un humor que no esperas tanto de Batman. Como si no pudieran decidir si realmente podíamos tomar todo el asunto en serio, de vez en cuando mostraban, por ejemplo, el trasero de un superhéroe en un traje. Val Kilmer se veía bien con la máscara, pero una vez que se la quitó, se convirtió en Ken. Simplemente no es Bruce Wayne... La verdad es, sin embargo, que visualmente la película fue peor que sus predecesoras. Para mí, buen entretenimiento para un domingo por la mañana. Nada más y nada menos.
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5
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